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La trashumania en Gran Canaria (por Yuri Millares)

TRASHUMANCIA SIGLO XXI

La tradición prehispánica se mantiene viva en Gran Canaria

Por Yuri Millares

Desde los tiempos prehispánicos, cuando la ganadería era una forma de vida en ocasiones estratégica para la supervivencia, el pastoreo es una actividad que se ha practicado trasladando los animales en busca de pastos de costa a cumbre: la trashumancia aborigen sigue viva en el siglo XXI.

Aunque el pastoreo se ha practicado (y se practica) en todo el archipiélago canario con cabras y ovejas, buscando el pastor la comida para sus animales en el entorno de su vivienda o de los corrales donde duerme el ganado, en algunas islas ha pervivido una especialización que consiste en trasladar todo el rebaño a distintas zonas del territorio insular, obligando al pastor (o, incluso, a toda la familia) a realizar continuas mudanzas entre el invierno (cuando se buscan mejores climas en la costa) y el verano (época de acudir a las cumbres para aprovechar sus pastos).

El caso más claro de esta práctica, que se remonta a los tiempos prehispánicos, se encuentra en Tenerife: en la isla de mayor altura del archipiélago, los pastores guanches reunían sus rebaños de cabras cada verano en las faldas del Teide, alimentándolos en Las Cañadas con la vegetación xerófila de alta montaña. La declaración del Parque Nacional del Teide en enero de 1954 terminó con esta práctica que en la actualidad pervive sólo con otro tipo de ganado: los apicultores trasladan aquí sus abejas en busca de la flora que, a partir de mayo y hasta septiembre, tienen en especies como la retama una de las fuentes de mejor miel de las islas.

Rebaño en trashumancia por Gran Canaria. (CGC)

Rutas palmeras

En La Palma también se ha practicado la trashumancia desde los tiempos de sus primeros habitantes –los auaritas–, hasta pocas décadas del fin del siglo XX, en rutas que tenían el interior de la Caldera de Taburiente como su principal destino en ciertas épocas. Avanzado ese siglo todavía había pastores que trasladaban sus cabras a este espacio natural también declarado Parque Nacional (1954). Manuel Martín Pérez, ‘Manolo el Tijarafero’,hijo y nieto de cabreros, lo confirma: “Papá fue pastor y siempre tuvo las cabras en la cumbre, mi abuelo lo mismo. Las sacábamos de la Caldera y las llevábamos a la cumbre y de la cumbre a la Caldera otra vez”. En el interior de la Caldera, dice, comían tagasastes, lechugas, tederas, y el agua era abundante y muy buena. El queso lo sacaban “al hombro para Tijarafe”, su pueblo natal. Pedro Pérez Gómez, ‘Kiko el Cabrero’,también es tijarafero y hasta hace tres años trabajó mudando el ganado: de finales de noviembre y hasta mayo lo guardaba en una cueva cerca de la Piedra del Time; de junio y hasta el siguiente invierno, en la cumbre. El amagante, dice, es una planta que comían sus cabras y le daban buen queso.

Otra ruta importante de los pastores palmeros es la que seguía Tomás Carmona Calero, ‘Tito el Rubio’, hijo de un zapatero que desde niño prefería cuidar las dos cabras de casa a cualquier otra cosa. Durante casi diez años estuvo haciendo trashumancia con las cabras desde los corrales en El Paso a Los Loros, en Garafía: “Yo iba a principios o mediados de mayo, todo dependía de cómo estuviera el tiempo, porque había que salir de aquí y pasar todo el barranco de las Canales hacia arriba para coger la ermita de la Virgen del Pino, el camino de las Vueltas, la Cumbre Nueva, la punta de los Roques, el pico de la Nieve, las paredes de Roberto, la cumbre de los Andenes y allí había que hacer noche, antes de llegar a Garafía”. A finales de diciembre regresaba a El Paso. Y recuerda un viejo dicho de los pastores: “La cabra necesita sol, flor y buen pastor”.

Herreños en El Pinar

Domingo González Machín es uno de los últimos pastores de la isla de El Hierro: pastorea y practica la trashumancia todavía a principios del nuevo siglo XXI siguiendo una ruta que divide el año en tres etapas. Entre diciembre y enero está en la costa; después, en febrero, comienza a subir gradualmente pasando un tiempo en medianías a la altura de El Pinar, su pueblo, antes de continuar en mayo “para el norte hasta octubre y en octubre ya las vuelvo a bajar”, dice refiriéndose a la estancia en la zona de Nidafe.

“Nosotros ‘apastamos’ de sol a sol. El sol alboreando, ya estamos nosotros allí”, explica la dedicación que aún tienen muy pocos ‘pastores de ganado’(como se definen a sí mismos los que tienen ovejas y no cabras). “La mejor comida que encuentra el ganado es el trébol. También el ‘embodillo’, la amapola, la ‘sájira’, jaramagos, relinchón, ‘caril’ (lo come el ganado cuando está ‘chiquito’ que no pica). La tedera viene un tiempo que también ‘le meten’ mucho. El tagasaste lo comen de verano, porque no ven otra cosa verde. Pero la comida favorita de ellas es el trébol, lo comen a todo tiro”.

El pastor herreño Domingo González lleva a sus ovejas a los pastos de El Pinar. (YM)

También hay pastos que son comunales o monte en donde ahora se permite entrar. “Había mucho ganado aquí. Y en ese monte, ¡uh, cada multa! Si era el guardamontes menos, pero si era la Guardia Civil ¡ojoh…! El guardamontes llegaba y decía ‘bueno, voy a apuntarte 20’, ‘voy a apuntarte 12, para que la multa venga barata’. La Guardia Civil apuntaba todas”. En la posguerra no se podía estar en el monte con el ganado, pero la necesidad obligaba a los pastores. “¡En el monte se entraba de noche y se salía de noche! Arriba hay una cueva que está toda ahumada, se quedaban ahí. Y cuando llegaba la madrugada ‘chancleteaban’ antes de que llegara el guardamontes”. Era en la cueva El Guanche, donde, asegura, durmieron muchos pastores. “¿En esa cueva? Oh, no creo que haya hombre con ganado que no haya dormido allí”.

Y, al igual que conoce por sus nombres a los últimos pastores herreños, describe a cada oveja por su capa: la oveja manajaisa “es negra pero tiene una pinta blanca”; la rebosada, “si la pinta es en la cadera no es manajaisa, sino rebosada”; la pintada, que “tiene pintas negras y pintas blancas”; la antojada, “mírala a los ojos, lo demás es toda blanca y los ojos negros”; la jumenta, “tiene la lana, la ubre y las cajadas negras”…

Arraigo en Gran Canaria

La isla de Gran Canaria es la que mantiene aún en la actualidad más arraigada en su ganadería la tradición y la práctica pastoril de la trashumancia. La mayoría son pastores de oveja de distintas zonas del norte que mueven sus ganados entre la costa y medianías durante el invierno, hasta la cumbre en Tejeda el verano, aunque los hay que se mueven sólo en el norte y también hay alguno del sur que hace la mudanza desde la costa a medianías del mismo sur. La relación de pastores que practican la trashumancia (además del pastoreo) en Gran Canaria es de unos 16 en el norte, más otro en el sur.

Entre los que van a Tejeda, es normal que se agrupen dos o tres pastores en el mismo lugar de destino, cuidando el ganado por turnos. Entre el lugar de residencia habitual y el de destino en el verano, no obstante, hay estancias intermedias que se van realizando también durante semanas o meses.

Así, José Mendoza, ‘Pepe el de Pavón’, está todo el año en continua mudanza con uno de los ganados más grandes de la isla: de enero a marzo en la costa (Cueva Nueva, cortijo de Tirma), de marzo a junio en las medianías del noroeste (cortijo de Pavón, Heredad de Moya), de mediados de junio a mediados de julio sube un poco (Montañón Negro) y desde los días de Santiago en julio va a la vertiente sur de la cumbre (presa Cueva de las Niñas, cortijo de Majada Alta) hasta septiembre que sube a Tejeda (Cruz de Tejeda, El Ventoso) y en octubre, con las primeras lluvias, vuelve a medianías altas del norte (Heredad de Moya, un mes; cortijo de Pavón hasta finales de diciembre).

(TB)

Haciendo un recuento de pastores grancanarios en trashumancia, podemos citarlos divididos, pues, en dos grupos: los que llevan sus rebaños solos y los que agrupan su rebaño con otros compañeros. Entre los primeros podemos citar a Antonio García (Los Altabacales, en el municipio de Arucas) que muda sus animales a la montaña de Firgas y al lomo de la Marquesa (Firgas); Miguel Moreno (Caideros, en Gáldar) que los lleva en verano a Ayacata (Tejeda); Cristóbal Moreno Díaz (Caideros, en Gáldar) que hace lo propio hacia Tres Palmas (Las Palmas de GC) y Tejeda; Faustino Moreno Jiménez (también de Caideros) que igualmente se traslada a Tejeda; Juan Mendoza (cortijo del Gusano, en Guía) va a Cueva Granda (San Mateo) y montaña La Mora (Artenara); Félix Medina (Fontanales, en Moya) muda sus ovejas a Crespo (Valleseco); y José Velázquez Alonso (San José del Álamo, en Teror) se las lleva a Coruña y lomo de las Moradas (Artenara).

Entre los rebaños que se agrupan para pasar el verano en Tejeda están los de Maximiano Moreno, José González y Lalo González que van desde Caideros y Fagajesto (en Gáldar); los de Antonio Moreno el de Fagajesto y Antonio Moreno el de Lomo Gordo; los de Benedicto Mendoza y Domingo Moreno desde Caideros; y los de Maximiano Mendoza y Carmelo Moreno Díaz desde el llano del Poleo y Solapones, respectivamente (en Guía).

Recorridos

Por hacer algunas rutas de modo más concreto y siguiendo un recorrido por distintas coordenadas geográficas de Gran Canaria, si empezamos por el norte cabe citar una mudada muy especial y breve, la que cada septiembre lleva a la romería de la Virgen del Pino a las ovejas de Antonio García desde Los Altabacales. Este mismo ganado tiene sus rutas en lo que a trashumancia propiamente dicha se refiere hacia dos destinos según la época del año: a las medianías de la montaña de Firgas en invierno, a la costa del lomo de la Marquesa en verano y para Pascua, época de sacrificio de corderos, regresa al cortijo de Los Alfaques donde vive.

En el sur el pastor Fermín Guedes tiene los animales en Corralillos (Agüimes). Aquí está el ganado junto a su casa en verano y en diciembre, época de vender los cabritos y los corderos, compartiendo espacio cabras y ovejas. A principios de noviembre, las ovejas preñadas las sube al cortijo de Pajonales donde, por las mañanas, tras dormir en una cueva, sale a pastorear llevando a los animales más hacia el interior, a las Mesas de Morales. Después de Navidad, vuelve a subir a Pajonales hasta abril o mayo, donde cocina en un viejo horno junto a la cueva en la que duerme, a la espera de poder bajar a los invernaderos de tomateros de la costa en el verano.

Ovejas de Caideros (Gáldar) hacen su viaje anual desde el norte de Gran Canaria a la vertiente sur en verano, cruzando la presa de Los Hornos en la cumbre. (YM)

A la costa se dirige muchos años José Mendoza con su numeroso ganado desde el cortijo de Pavón (Guía) a pasar el invierno. Parte en los últimos días de diciembre. En cuanto amanece ordeña a todas las ovejas con la ayuda de su familia, después abre la majada y salen por caminos reales, primero a un lugar conocido como Caminos Cruzados, por ser cruce de varias rutas antiguas: él viene por el que procede de Moya y sigue de frente en dirección a La Aldea; a la derecha queda el de Gáldar y a la izquierda el de Tejeda. Tras pasar por El Tablado y Las Arbejas, el grupo de ovejas y pastores (José Mendoza va con su hijo, su suegro y algunos amigos) llega a Artenara a la hora de comer. La cumbre la atraviesan entre pinares. Después de una mañana de continuo ascenso, la tarde toca descender hacia la costa del cortijo de Tirma en el oeste, pasando por Tifaracás antes de alcanzar Cueva Nueva, al cabo de ocho horas de camino.

Y entre los que van a la cumbre se encuentra Cristóbal Moreno Díaz, que sale con sus ovejas muy temprano un día de agosto. Sube desde Caideros hacia Pinos de Gáldar y atraviesa el Corral de los Carneros hacia la degollada de las Palomas. Por el camino real que se dirige a la Cruz de Tejeda, las ovejas forman una estrecha hilera. El grupo de pastores que le ayuda se turna durante el recorrido: cada vez que el camino real se cruza con la carretera, los que van en vehículo bajan, los que van a pie descansan el siguiente tramo. Tras llegar a la degollada de Becerra, una parada para comer y beber algo, siguen yatraviesan la presa de Los Hornos por la pared de su dique, descendiendo por la vertiente sur de la cumbre hacia Ayacata. Aquí, en la vuelta donde estará lo que queda de verano, se quitan las cencerras que pusieron sonido a la trashumancia.

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