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  1. MUNDO Y VIDA DE LOS ANTIGUOS CANARIOS    
 
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CUEVAS ARTIFICIALES*

ARTE, RELIGI�N Y MITOLOG�A EN LA ERA PREHISP�NICA

ARQUITECTURA DOMÉSTICA

CUEVAS ARTIFICIALES

Estudiaremos en este apartado las cuevas artificiales, hechas por obra humana, sin olvidar que no es esta vivienda, sino la cueva natural, la que mejor define el hábitat de las culturas preeuropeas del archipiélago canario, aunque Lanzarote y Fuerteventura no cuentan con un número de grutas tan abundante como las otras islas, por lo que aquí se sustituyó por una vivienda de morfología muy peculiar, construida bajo el nivel del suelo, conociéndose por ello con el apelativo de casas hondas, técnica que también fue utilizada en Gran Canaria.

Interior de una cámara artificial del poblado de Tara (Telde, Gran Canaria).

La vivienda en cueva natural viene propiciada por la naturaleza geológica de las islas, ya que se trata de oquedades formadas en los márgenes de los barrancos, en las coladas lávicas, malpaíses, y en otras formaciones derivadas de los distintos procesos erosivos que actúan sobre materiales blandos, conglomerados y tobas, situados entre las capas duras de basalto. El antropólogo francés René Verneau, ya puso de manifiesto que las cuevas naturales tenían en común ofrecer un resguardo seguro contra las inclemencias del tiempo, ya fuesen los calores del sol, o las lluvias torrenciales que con frecuencia azotan las islas.

La cueva artificial, sin embargo, es una vivienda característica y representativa de la arqueología de Gran Canaria, hábitat cuya singularidad ya fue destacada por el ingeniero italiano Leonardo Torriani, quien dio cuenta del conjunto de Tara, en Telde, uno de los grandes poblados de la isla, cuando lo conoció a fines del siglo XVI, lo que de por sí es un buen testimonio del interés y la importancia de estas viviendas en la sociedad aborigen de Gran Canaria. Además de esta isla, sólo existen algunas referencias en las fuentes documentales para Tenerife que se complementan con unos pocos datos conocidos por mediación del antropólogo René Verneau, aunque su correcta determinación no está exenta de problemas, por lo que podríamos concluir diciendo que es sólo en aquélla isla en donde únicamente existe estas viviendas que aparecen generalmente formando grandes poblados, de los que destacan, entre otros, los de Tunte, en San Bartolomé de Tirajana, con un número elevado de cuevas que supera el centenar, además de algunos otros, igualmente singulares, como los de Cuatro Puertas en Telde y el de Los Pilares en Agüimes.

Los poblados de cuevas artificiales se han documentado en toda la isla, ya se trate de zonas costeras, como de lugares apartados del interior. Los sitios elegidos fueron los mismos que los seleccionados para construir los silos o graneros, ya que las cuevas se excavaron en terrenos fáciles de trabajar, como los de tosca o toba volcánica, o en otro tipo de rocas blandas. Es decir, en soportes que podrían ser horadados con facilidad utilizando instrumentos líticos, principalmente de basalto en forma de picos, sin que fuera necesario utilizar herramientas metálicas que eran desconocidas para estas poblaciones. Es frecuente, como sucede en el gran poblado de Tunte, que las cuevas se excavaran a distintos niveles, de manera que en las zonas más bajas se encuentran las destinadas a viviendas, mientras que los graneros, o las dedicadas a recintos funerarios, se ubican en las partes más elevadas. Un fenómeno similar se ha podido documentar en uno de los conjuntos más espectaculares de Gran Canaria, el yacimiento de Cuevas Muchas, en el Barranco de Guayadeque (Agüimes).

Es característico de estas viviendas —que aparecen, como decimos, formando auténticos poblados—, que las cuevas se hallen comunicadas entre sí por pasadizos o escalones, o por pequeños caminos por los que se accede a ellas. Todo labrado en la roca, formando un laberinto de rampas y de escalones con los que se relacionan y se comunican los diferentes habitáculos. Un aspecto a destacar asimismo es que estos recintos no siempre responden a formas o tamaños definidos, sino que existe una gran variedad de tipos y dimensiones. Comúnmente se componen de una sola planta, formada por una pieza central a la que desembocan departamentos interiores, abiertos en los flancos laterales, y en el opuesto a la entrada. Además de la puerta de acceso, es común en un buen número de ellas la existencia de ventanas. Y es de suponer que el cierre de estos vanos se hiciera con puertas de madera, como sucede en los silos, aunque no en todos los yacimientos se han documentado ranuras en las puertas que indiquen este uso. Sólo conocemos bien un ejemplo en el Roque del Bentayga (Tejeda), aunque poseemos también algunos datos procedentes de los antiguos estudios arqueológicos realizados en estos yacimientos, y asimismo por lo recogido en distintas fuentes escritas, como la Crónica de A. Cedeño, en la que se refiere a ellas del modo siguiente: las puertas de sus casas i cuebas era solamente un palo como tranca atrauesado de parte a parte (...) puertas hubo toscas de tablones con aldabas de palo que se serraban i abrían con llaue de palo que corría de una parte i a otra.

En muchas cuevas artificiales es frecuente que en el suelo se encuentren hoyos excavados, que se han interpretado como la base de los postes de madera destinados a sustentar andamios u otros compartimentos para la organización interior de la vivienda. En muchos de estos yacimientos, como en el poblado de Morros de Ávila, en Agüimes, se han excavado alacenas en las paredes para colocar recipientes de cerámica, de cuero o de materia vegetal, seguramente para conservar los alimentos del hogar, que suelen ser de dimensiones variadas, de formas cuadradas y rectangulares, de las que algunas por su factura se las considera obra moderna. Otros elementos frecuentes en estas viviendas son los bancos o asientos, como los de las cuevas del poblado de Montaña Redonda, fabricados en basalto, o los del Barranco de Silva (Telde), labrados en la misma toba.

Por otra parte, en ciertos conjuntos, como en el citado de Tunte, o en el de las Cuevas del Rey, en la zona del Bentayga (Tejeda), algunas aparecen pintadas, por lo que en ocasiones se las ha asociado a personajes distinguidos que se supone las habitaron, aunque no descartamos tampoco que pudiera tratarse de santuarios domésticos, como sucede con la denominada Cueva del Guayre, que forma parte de aquél conjunto y que René Verneau la definió como un palacio133. Se trata de un recinto cuadrado, pintado con colores blancos, negros y rojos, con la particularidad de que en el suelo de la cueva se excavaron una serie de cazoletas y canalillos, a los que en otros contextos les atribuimos una función religiosa, haciéndonos pensar, entre otras explicaciones posibles, que pudieran asociarse asimismo con lugares en donde se realizaban rituales o cultos familiares. El hecho de que en el sobrecitado poblado de Tunte, una de ellas tenga el techo decorado con puntos blancos y un zócalo pintado de almagre, que recorre todo el recinto, hace pensar más en alguna función de carácter religioso que en una simple cueva de habitación.

Merece señalarse igualmente, de entre todos los poblados, alguno singular, como el de la Cueva de los Canarios, en la Caldera de Bandama, en donde junto a las cavidades artificiales se halló un granero en el que, como es característico en estos sitios, se accede a los diferentes cubículos por una puerta en donde se encuentran aún los rebajes para encajar los cierres. Pero lo más llamativo de este yacimiento son los signos líbico-beréberes grabados en la visera que sirve de entrada a todo el conjunto. No sabemos la función que pudieron desempeñar estos caracteres alfabéticos, por la dificultad de entender lo escrito en ellos, pero podrían tener alguna que fuera indicadora del lugar, para determinar quién era su propietario, y alusivo por tanto al nombre de los linajes familiares, o también una referencia a su contenido, entre otros, sin desdeñar tampoco que cumpliera una función apotropaica, como fórmula mágica para la protección del lugar, porque en él se guardan cosas tan valiosas como los alimentos para la supervivencia de sus habitantes. Pero por ahora sólo podemos plantear estas cuestiones en el terreno de la hipótesis.

Entre los muchos problemas que plantean las cuevas artificiales se halla la escasa o nula presencia de restos arqueológicos en su interior, ya que nos han llegado sin ninguna estratigrafía en la que realizar excavaciones para documentar las secuencias de ocupación. Y sobre muchas de estas viviendas existe además la duda de hasta qué punto todas pueden considerarse obra antigua, ya que muchas fueron utilizadas de forma reiterada por los habitantes de la isla en distintas etapas de su historia, después de la conquista castellana de 1483, perviviendo este uso entre sus habitantes, como si se tratara de una tradición de la vida troglodita, aunque es probable que otras fueran las razones. Es casi seguro pensar que su utilización se debió a que las cuevas resultan muy acogedoras para ser habitadas, al mantener un buen nivel de humedad y temperatura de manera constante, ya que una cueva con esas buenas condiciones es siempre un lugar muy favorable, y hasta privilegiado para vivir, como se comprueba en distintos documentos sobre los guanches de Tenerife, de quienes sabemos que las mejores estaban reservadas al mencey, y con seguridad a su familia, pero también a los personajes notables de su demarcación política o menceyato, como se comprueba en algunas referencias contenidas en las Datas de Repartimiento de la isla que así parecen confirmarlo.

Como complemento a la información, bien contrastada por la Arqueología, creemos de interés recoger lo que sobre estas viviendas dejó escrito a fines del siglo XVI el ingeniero cremonés Leonardo Torriani:

Cuando querían fabricar de este modo, primeramente escogían la ladera de alguna pendiente, para que, al socavar en dirección horizontal, tuviesen sitio donde ir en lo alto. Y adelantándose algún tanto hacían una gran entrada que servía de pórtico, y al lado de ésta dos lavaderos a modo de cisternas; y encima de la puerta abrían una pequeña ventana, por la cual entraba luz en todas las habitaciones de la casa. Después, a una altura de 10 a 12 pies frente a la puerta, cavaban una sala larga, y su puerta casi tan grande como su largo. En medio de cada pared cavaban después una puerta, y de allí adentro labraban cuartos grandes y pequeños, según sus familias y necesidades. Pero al llegar encima del pórtico a la altura de la sala, otra pequeña ventana, por la que recibían todas las habitaciones segunda y tercera luz. Después hacían, tanto alrededor de la sala como de las demás habitaciones, muchos nichos, a poca altura del piso, para sentarse y colocar en ellos algunas cosas manuales de su casa.

Se ha discutido mucho sobre la existencia de cuevas artificiales entre los primitivos habitantes de Tenerife, ya que no existe acuerdo entre las fuentes etnohistóricas y los datos arqueológicos, por ahora inexistentes. Se refiere a ellas Alonso Espinosa, diciendo que los guanches utilizaban además de las cuevas naturales otras hechas a mano en piedra tosca, con muy buena orden labradas 135. Esta información se refiere a las tierras del Sur, en donde la piedra tosca, así como la zahorra o el jable, son materiales geológicos característicos de estas bandas de la isla, que sin duda facilitarían la excavación de este tipo de cuevas por ser un terreno deleznable que ayudaba a su construcción. Los instrumentos líticos, ya fueran picos o martillos de basalto, favorecerían la excavación de estas viviendas, aunque como decimos, nos falta la contrastación arqueológica, a pesar de que el dato recogido en la fuente citada resulta ciertamente relevante. La otra información sobre estas viviendas procede de René Verneau, quien documentó en Güímar la tradición de estas cuevas, que estaban situadas cerca de aquélla ciudad, y conocidas con el nombre de Cueva de los Reyes, que habrían servido como residencia a los antiguos menceyes. Sobre una de ellas, la denominada Cueva de Añaterve, que sería la habitada por el jefe del menceyato de este nombre, dice que:

Su forma casi semicircular, describe una curva de más de 22 metros de longitud. Su entrada no mide menos de 10,50 m de largo por 3 m de alto. Su bóveda se reduce mucho hacia el fondo y su altura no supera un metro. En la pared posterior fueron excavados cinco nichos amplios y profundos que ocupan toda la altura de la pared. La poca dureza de la roca facilita este trabajo, incluso a los hombres que sólo tenían por toda herramienta algunas lascas de piedra dura.

Estos datos, sin embargo, no han podido ser contrastados hasta ahora con trabajos arqueológicos, por lo que aquí los recogemos con suma cautela.

*TEJERA GASPAR, A./J.J. JIMÉNEZ GONZÁLEZ (2008) Tercera parte: Arquitectura; Arte, Religión y Mitología en la Era Prehispánica (171-176); en TEJERA GASPAR, A., JIMÉNEZ GONZÁLEZ, J. J. y ALLEN HERNÁNDEZ, J. 2008: Las manifestaciones artísticas prehispánicas y su huella. Santa Cruz de Tenerife-Las Palmas de Gran Canaria, Viceconsejería de Cultura y Deportes del Gobierno de Canarias.