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  17. EL TEATRO Y EL ENSAYO DE FINALES DEL SIGLO XX    
 
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La Umbr�a

“Alonso Quesada”, La umbría, en Obras Completas. Teatro, Las Palmas, Ediciones del Excmo. Cabildo Insular de Gran Canaria,1975, t. III, Jornada Final, escena I (fragmento), págs. 111-119.

[Se han omitido fragmentos del texto y alterado superficialmente alguna indicación en los nombres; procurando que ni la esencia dramática ni el espíritu poético de la secuencia se hayan visto adulterados.

Las elisiones de texto las marcamos con puntos suspensivos independientes y las adiciones con corchetes]

*Sobre el conjunto de personajes, recluidos y aislados del pueblo, que residen en la casa familiar de “La Umbría” gravita la extraña presencia de un presentimiento, de una amenaza sutil que poco a poco va ganando espacio y cobrando dominio en el aire sombrío de la quinta de los Linares. La atmósfera se hace cada vez más inhabitable y la decadencia imparable inunda todos los rincones de un silencio que anuncia la tragedia. Ningún miembro de la familia puede escapar a un destino fatal que se desvela tras haber resuelto un curioso misterio. Se disponen a cenar en el comedor acompañados de los retratos de los antepasados. Pero en la vieja mansión los habitantes no están solos...

ESCENA I

Es la mesa familiar de la antigua familia, que se juntaba toda en la quinta los meses de estío. Hoy, el comedor huele a humedad, a esa humedad cortante de las casas y los sepulcros que se abren después de muchos años cerrados. Es la estancia más sombría de la casa, llena de cosas viejas y diversas, inmóviles y cubiertas de polvo. Vajillas que no se utilizan, bandejas que decoran los loceros de cuatro ángulos, esas antiguas bandejas de plomo, holandesas, que llegaron a la isla en días lejanos e ignorados. Incrustadas en los gruesos muros, como hornacinas conventuales, hay dos alacenas de nogal oscurecido, con cerrojos de hierro floreados. Pendiendo del techo, sobre la mesa, apagadas e inútiles, cuatro lámparas flamencas, de latón, profanamente esmaltadas, llenan la estancia de olvido y de melancolía. La tristeza de las cosas que se pierden lejanamente, a donde no alcanza la memoria. Los cortinajes, de brocatel rojo, descoloridos y recubiertos de polvo viejo, que los hace más densos. La mesa, dispuesta para la cena,está alumbrada por un desgastado velón de Lucena, que agranda las ondas en la pared.

Ventana de la tierra. Serie La Umbría (cartel anunciador del film de José Dámaso) (esta imagen se puede poner en el texto, fuera del complemento)

En derredor de la mesa ... doña MARÍA, doña EUSEBIA, doña AMARANTA, don JOSÉ LUIS, el niño CARLOS, la niña ELENA, don JOSÉ PABLO, don DÁMASO, don OLEGARIO, don HERMÓGENES y don VICTORIO ... En la galería, SAGRARIO, la doncella, hace sonar una campanilla de plata. Doña MARÍA ... hace como que bendice la mesa y murmura un extraño rezo. Los demás ... acrecientan el murmullo ... SAGRARIO llega con una fuente humeante que deja en la mesa. Cesa el rumor ... SAGRARIO sale y hace sonar de nuevo la campana.

DOÑA MARÍA. ¡Los llaman! No les dejaréis cenar.
DON OLEGARIO. Les taparemos las bocas.
DOÑA AMARANTA. Les oprimiremos el pecho.
DON OLEGARIO. Es necesario que el destino se cumpla.
DON JOSÉ LUIS. La más vieja es la más temerosa.
DOÑA LUTGARDA. Es la más niña.
DON JOSÉ LUIS. Jamás pensó que había de morirse. No ha sentido dolor jamás.
DON JUAN PABLO. Ha sido como los velludos sillones de La Umbría. Nada le ha tocado por fuera, mas en la grieta de su alma se acurruca el polvo del germen.
DON OLEGARIO. Pero a los sillones los roe la carcoma.
DOÑA MARÍA. Mas la carcoma es una colaboradora premiosa. La carcoma tarda un siglo desde el espaldar a las patas.
DON JUAN PABLO. Entonces, nuestra amiga la muerte se ha cambiado carcoma en Demetria.
DOÑA AMARANTA. Es una muchacha. El espíritu se ha detenido dentro de la vieja caparazón. Demetria ha andado el camino por fuera. El alma no caminó. No cree que sus años han pasado; los surcos de su frente no los ve, porque el alma se ha quedado pequeñita sin crecer en el pecho.
DON HERMÓGENES. Es como un arca hermética. El polvo la cubre, pero al alma, bien guardada, no llegó el polvo de los días. Cuando el arca se abra, el alma resurgirá como una vieja reliquia que el tiempo ha conservado.
DON DÁMASO. Como no desposó, los años se le alargan. Todos morirán primero ... (Una tenaz idea se ha fijado en [la mente] infantil del niño Carlos. La idea anhelosa de la espera.)
EL NIÑO CARLOS. ¿No vendrá pronto Gabriel?
LA NIÑA ELENA. ¡Yo quiero que venga pronto!
DON OLEGARIO. Vendrá. Todos vendrán cotidianamente, como las horas.
(Suena otra vez la campana. Los [presentes] figuran una tos hueca, deforme. Pareceuna tos única, las toses de todos ... Seca y rápida y violenta después, hace como el golpe de una espada de acero que se suelta sobre el mármol de una mesa, luego de unir la punta con la empuñadura. En la galería resuena el eco de la tos ... Son los cuatro hermanos y la anciana, que se acercan y tosen también. Los [presentes] se apartan de la mesa, y la zalagarda de sus voces se torna viento agitado y espeso.)
[TODOS]. ¡Ya vienen! ¡Ya vienen...!
(Vuelven a sentarse. Se acomodan en las sillas preparadas. Los brazos alargados, llegan de un extremo a otro de la mesa. En la puerta aparecen ... cuatro figuras ... : SALVADORA,GERTRUDIS, GABRIEL y la anciana ... DON OLEGARIO, desde su silla, acerca la mano las espaldas de la abuela y la trae a sí. La vieja sufre un desvanecimiento momentáneo.)
DEMETRIA. ¡Dios, me he desvanecido...!
GERTRUDIS. Hoy no has querido salir de la oscuridad de tu alcoba, y la luz desvanece si sale uno pronto a ella...
DEMETRIA. Sentí como si una mano fría me empujara en las espaldas.
(DOÑA MARÍA se levanta y conduce de la mano a SALVADORA, que palidece y tiembla.)
SALVADORA. Hay alguna ventana abierta. Ahora he sentido yo frío en las manos.
(DOÑA LUTGARDA clava sus ojos azules sobre el blando pecho de MARTA. Son dos clavos que lo atraviesan, derritiéndolo.)
MARTA. A mí me duele el pecho. Es el aire. Ve un momento a la ventana, Gabriel, por si está abierta.
(GABRIEL llega al ventanal por entre los cortinajes, que sacuden el polvo. Las hermanas, lentamente, se van sentando en la mesa. El NIÑO CARLOS corre junto a GABRIEL y se abraza a su cuello, febril y estremecido. El cerco amoratado de los ojos del hermano se dilata. El pecho se hunde, y en un temblor desesperado se prende a los cortinajes. El NIÑO CARLOS lo besa delirante en la frente, en los ojos, en la boca.)
GABRIEL. (Con ronco temblor en la voz.) ¿Qué es esto? Hace mucho frío. ¡Un frío espantoso...! ¡Y las vidrieras están cerradas! Yo tengo fiebre, Salvadora..., mira..., me arden los ojos y los labios.
DEMETRIA. Ven, hijo, siéntate y no digas disparates. Será como el otro día, que después de tantos aspavientos no fue nada. En cuanto comas, se te quitará. Es debilidad lo que tienes... Este comedor ha sido también malo; yo quise mudarlo, pero claro, se opusieron porque yo lo quería...
(El niño GABRIEL se acerca con el andar de una sombra. Las tres hermanas, paralizadas de pronto, no se atreven a separar las manos de la falda. La vieja DEMETRIA escudriña entre los pliegues de los cortinajes y aguza el oído como para escuchar el susurro de voces ocultas.)
DON OLEGARIO. Demetria nos escucha.
DON JOSÉ LUIS. Pero cree que es el viento. El oído bien aguzado para los ruidos hondos está. Mas no podrá atinar lo que es.
(El NIÑO CARLOS acerca al oído de GABRIEL los fríos labios ... Las hermanas, sorprendidas en silencio, tiemblan de sueño.)
EL NIÑO CARLOS. Hermano, hermanito: mejor es no llegar a hombres. Ahora que no sabes nada es más seguro y dulce venir. La muerte no es sino un juguete enorme..., es un niño como nosotros. Nos esconderemos en las cuevas cavadas, en la gruta sombría de la boca, como en la montaña los días felices... ¡Mejor es no llegar a hombres!
GABRIEL. ¡Me zumban los oídos, Salvadora! Tengo frío...
SALVADORA. No será nada..., no será nada...
(Ansiosa y tímida, consumida por la fiebre, eleva suplicante las manos ... DOÑA AMARANTA cubre con su mano ... de sombra la boca doliente de la hermana. La cabeza de la muchacha gira sobre los hombros y se troncha sobre el pecho.)
SALVADORA. ¡Oh, Señor! ¡Me hace daño esta noche! Ahora he sentido como vosotras.¿Qué es esto...?
MARTA. Recemos...
GERTRUDIS. ¡Rezar, no! Hablad alto.
DEMETRIA. ¡Cuánta palabra, hijas! Comed. Estáis débiles... Si seguís así... No sé...
(La NIÑA ELENA besa la boca de GERTRUDIS, la boca de los labios contraídos y violáceos, de un violeta cuajado de muerte. El beso ... es taladrante, frío...)
GERTRUDIS. ¡Ah! Sentí un temblor raro en mis labios.
SALVADORA. ¿Vosotras no tenéis miedo?
GERTRUDIS. ¡La abuela, tan callada comiendo, me da más miedo...!
(La vieja cena pausada, atenta al terco rumor ... Está como adormecida entre el rumor. Oye las palabras de GERTRUDIS y se yergue de pronto con un gesto vago.)
DEMETRIA. Yo..., yo te doy miedo. Lo que me faltaba oír después de tanta amargura...
GERTRUDIS. No quieres abrir la casa..., parece que te gozas en encerrarnos en la sombra. ¿Por qué no abrimos la casa y la llenamos de sol siempre?
DEMETRIA. ¡Abrir! Es peor, este es un pueblo sucio y se llenaría de polvo la casa, y entonces si...
(DON JOSÉ LUIS entierra sus largos dedos en la clara cabellera de GERTRUDIS. El silencio enervante se extiende y envuelve más las figuras como las sombras. Las hermanas, adormidas, esparcen sus miradas sobre los cortinajes del ventanal. Los brazos exangües están caídos sobre las faldas. Los [otros] callan, sonrientes y la luz de todos los ojos ... se siembran sobre el NIÑO GABRIEL, que, palideciendo, de pronto, hunde la cabeza en el pecho, respirando agitado. SALVADORA se vuelve.)
SALVADORA. ¡Oh!, ¿el niño duerme?
MARTA. No sé... ¿Qué es...?
GERTRUDIS. ¡Gabriel...!
(SAGRARIO, la doncella, camina con un andar huraño y leve, como si temiera turbar el silencio. La vieja, distraída, sigue cenando lentamente.)
GERTRUDIS. El niño duerme..., despertarlo.
SALVADORA. ¡No, no duerme! Esto es como un sueño.
(... DON JUAN PABLO sonríe bajo su corva nariz y acaricia la barba de SAGRARIO como una amenaza sutil. Es un viejo lúbrico y costroso. La doncella siente el roce de la mano ... y deja caer, en un temblor de aldeana, la fuente, que se rompe en el suelo con un infernal estrépito. La vieja se vuelve iracunda. Las hermanas se levantan estremecidas.)
DEMETRIA. ¡Parece que vas dormida! ¡Recoge ese plato...!
SAGRARIO. ¡Jesús! Sentí que me cruzaban la cara de repente.
(Nadie responde. Hay otra pausa de silencio y terror. Las figuras de las hermanas en pie. No han probado las viandas. Se vuelven hacia el niño, aturdidas y demacradas, mientras SAGRARIO, repuesta del susto recoge del suelo los pedazos de la frente rota. Las figuras desconcertadas y pavorosas, se miran sin comprender todavía.)
SALVADORA. ¡El niño no duerme! ¿Qué tendrá el hermano?
MARTA. Está como la otra vez...
GERTRUDIS. ¡La otra vez fue así!
(La vieja cesa de yantar. Ha engullido los manjares, con el movimiento monótono de un péndulo. Parece haber oído las palabras. El oído se le estiliza esta noche terrible hasta el infinito, y no percibe sino los murmullos lejanos.)
SALVADORA. Abuela, ¿no oyes? ¡El niño no duerme...! ¡El niño está enfermo otra vez!¡Dios mío...! ¡Gabriel, hermanito...!
(Junta su dorada cabeza sobre el pecho del niño, que tiene un respirar más agitado y ronco. Los [otros] sonríen. SAGRARIO, detenida entre los cortinajes, palidece, sin atreverse a andar.)
MARTA. ¡Abuela...!
DEMETRIA. Hay que buscar al médico. Hay que llevar el niño a su cuarto. ¿Qué pensáis? (Lo dice con miedo, temblorosa como una niña.)
MARTA. ¡Qué sueño más extraño!
SALVADORA. ¡Es algo más que un sueño...!
(Las hermanas, temblorosas, contemplan indecisas al hermano.)
GERTRUDIS. ¡No, no despierta...!
SALVADORA. ¿Despertará más...?


NOTA BIBLIOGRÁFICA:
LITERATURA CANARIA II. Desarrollo del currículo. Bachillerato. CONSEJERÍA DE EDUCACIÓN, CULTURA Y DEPORTES DEL GOBIERNO DE CANARIAS. DIRECCIÓN GENERAL DE ORDENACIÓN E INNOVACIÓN EDUCATIVA.2003