| 	 El espíritu enciclopedista o de la ilustración francesa prende muy pronto  en las clases aristócrata y burguesa de la sociedad canaria a mitad de siglo. La Ilustración en  Canarias alcanzó un claro esplendor, si pensamos en el estado cultural y  científico en que se encontraba el archipiélago a principios del siglo XVIII:  analfabetismo por doquier; pocas escuelas, muchas dependientes del obispado y  de las órdenes religiosas y, entre los centros superiores, habría que destacar  a los agustinos, que tanto en La Laguna como en Las Palmas  impartirían algunas enseñanzas limitadas  a la Teología  y la Gramática. Todo lo demás era puro oscurantismo cultural y catecismo  de parroquia. 
	En  esta situación, llama la atención el elevado nivel cultural de ciertos  individuos vinculados con la nobleza y la burguesía comercial isleña, sobre  todo en la segunda mitad del siglo XVIII, y que formaron parte del movimiento  ilustrado. 
	Con  el reinado de Felipe V, primer  monarca Borbón, hubo un afrancesamiento de las costumbres, pero, en general, el  panorama científico y cultural siguió las características del siglo anterior:  cerrazón intelectual y escolasticismo. No obstante, aquí en Canarias, como en  el resto de España, muchos ilustrados ya pensaban que el mal y el atraso  español con respecto a Europa radicaban en el escaso aprecio que se tenía a las  ciencias físico-experimentales y al hábito de no pensar. Así, en esta primera  mitad de siglo fue surgiendo, aunque con timidez, un sentido crítico acerca de  las costumbres y del sentimiento religioso de las clases populares, imbuidas  por supersticiones y extrañas devociones, muchas veces fomentadas por los  numerosos frailes que habitaban en los numerosos conventos establecidos por las  islas. 
	
      
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        | Escultura del Marqués de Nava, en la Plaza de la  Junta Suprema de La Laguna. (DL) | 
       
     
	Hubo  dos   grupos de ilustrados: uno, aglutinado en torno al clero secular de Las Palmas y otro, alrededor de la tertulia del Marqués de Nava, en La Laguna. Ya en la  primera mitad del siglo, el clero ilustrado era consciente de la nula formación  cultural de frailes y feligresía y trataron de poner remedio fomentando las  clases en los colegios agustinos, cuyas enseñanzas de Teología estaban más  abiertas al debate y partidarios de una religión más fiel al evangelio  primitivo. Otro sector dentro del mismo clero estaba encabezado por  eclesiásticos como Álvarez de Abreu, quien era partidario del regalismo y  defensor del intervencionismo real en la gestión de los diezmos eclesiásticos. 
	Por  último, en esta primera mitad de siglo destacan dos personajes, Cristóbal del Hoyo, Marqués de San Andrés y  Vizconde de Buen Paso, y Juan de  Iriarte. El primero, por criticar el deplorable nivel cultural del clero y  promover una religión más personal e intimista, y el segundo, por su formación  enciclopedista, ya que había estudiado en París. Además, tenía una gran  influencia en la Corte de Madrid por su capacidad intelectual y su firme  apuesta por las ciencias experimentales y técnicas. 
	En la segunda mitad del siglo XVIII, la ilustración se  centra en torno a la Tertulia de Nava,  las Sociedades Económicas de Amigos del País y el Seminario Diocesano de Las  Palmas. 
	La  Tertulia de Nava reunió a lo más florido de la ilustración, teniendo como  figura central a la persona del Marqués de Villanueva del Prado,  Tomás de Nava y Grimón. Esta tertulia rezumaba un espíritu liberal y  reformista y sus componentes eran conocidos por los «Caballeritos» de La  Laguna. A ellos se debe la creación de las Reales Sociedades Económicas del  País (1776), los primeros periódicos insulares, la creación de la Universidad  Agustina, el fomento de cultivos nuevos, la creación de escuelas,  etc. Se discutía y se promovía la ciencia, el progreso y la libertad de  pensamiento; en su casa-palacio se reunía lo más inquieto de la nobleza isleña,  Cristóbal del Hoyo entre ellos. Otros contertulios notables eran Juan Antonio  Franchy, Pacheco Solís, Viera y Clavijo y Lope Antonio de la Guerra. 
	
      
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        El portuense Agustín de Bethencourt fue el ingeniero del zar de Rusia.  | 
       
     
	Se ha dado en llamar a este periodo dieciochesco el «Siglo  de Oro» canario, por las eminentes figuras que sobresalen en estos años.  Algunos de ellos son: los hermanos Iriarte, Agustín de Bethencourt (ingeniero), José de Viera y Clavijo (historiador), Verdugo (obispo), Clavijo y Fajardo (filósofo y periodista), etc. 
	Las  Sociedades Económicas constituían otro instrumento del movimiento ilustrado. Se  crearon con el fin de lograr un cambio en la mentalidad económica e influir en  la política del rey. En Las Palmas, la Económica promovió nuevos cultivos en la  isla y mostró preocupación por el sector pesquero en la costa norteafricana.  También fomentó la creación de escuelas primarias y de oficios. La Económica de  La Laguna también se concentró en la reforma agrícola y en el reparto de las  tierras comunales así como en la creación de hermandades agrícolas. 
	Aún  así, tanto las Tertulias como las Económicas tenían poca influencia en las decisiones políticas, porque los cargos de  la administración seguían ocupados por elementos reacios a cualquier cambio, y  de eso son conscientes los propios ilustrados, que en sus memorias expresan  este desencanto; basta  leer  a   Viera y Clavijo para darse cuenta de ello. 
	
      
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        | Clavijo y Fajardo, natural de Lanzarote, fue uno de  los grandes exponentes del denominado ‘siglo de Oro canario’ | 
       
     
	Dentro  del movimiento ilustrado, también destacó el Seminario Conciliar de Las Palmas  (1787), constituido en una verdadera universidad de Teología. De sus aulas  saldrán liberales tan destacados como Gordillo y Graciliano Afonso. El Seminario era partidario de una  reforma educativa y eclesiástica: educación religiosa basada en una fe  racionalista, afín al jansenismo y, por tanto, crítica con esa  tradición popular de venerar determinadas  imágenes o cruces, l más propia de la ignorancia que del Evangelio. Desde la  perspectiva doctrinal, este progresismo del Seminario Conciliar no fue  comprendido por las clases populares, que siguieron con el devocionismo y la superstición.  Por esta época, y por primera vez, subió al Episcopado un canario: el obispo Verdugo, natural de las Canarias  que, junto a su antecesor en el cargo, Tavira, destacó por la reforma de la  educación religiosa y por librar duras batallas con el tribunal de la Santa  Inquisición. 
	En  el exterior, personajes ilustrados canarios hicieron valer su talento e  influencia, destacando  Álvarez de Abreu,  la familia de los Iriarte, tanto Bernardo como el fabulista Tomás, así como  Antonio Porlier, Marqués de Bajamar y Ministro de Gracia y Justicia (1790-92),  Estanislao de Lugo, promotor de la reforma educativa en la Universidad española  (monarquía de Carlos IV), José Clavijo y Fajardo, gran naturalista, y Agustín  de Bethencourt, ingeniero del Zar de Rusia. 
  
			
		
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	 Agustín de Bethencourt y      Molina: Un famoso inventor 
	 Nació      en el Puerto de la Cruz en el año 1758. Demostró desde joven gran interés y      posibilidades por la técnica y el arte. En 1778 marchó a Madrid. 
	Académico      de honor de honor de Bellas Artes por sus méritos en el dibujo, Carlos IV      le nombra director del Real Gabinete de Máquinas. Viaja a París, que era      foco de la ciencia y la técnica de entonces. 
	Su      primer invento fue una máquina de hilar de seda. Luego inventó un modelo de      máquina de vapor. Más tarde, una serie de aparatos de distintos usos. 
	Visita      también Inglaterra, pues aquí se había iniciado, hacia finales del siglo      XVIII, la Revolución Industrial. 
	Confeccionó      el programa de estudios para la recién creada Escuela de Ingenieros de      Caminos, Canales y Puertos de Madrid. 
	En      1807 marchó a Rusia. En este año publica el hoy clásico «Ensayo sobre la composición de las      máquinas». Un año más tarde entra en el Ejército ruso con el grado de      mayor general. Es nombrado Consejero del Cuerpo de Vías de Comunicación de      Rusia. Desarrolló desde este cargo una gran labor en canales y puentes      fluviales y en la construcción de dragas para los mismos. 
	En      1824 muere en San Petesburgo. Ha sido uno de los españoles más relevantes      en el campo de la técnica, fue un investigador prestigioso, siendo      divulgador de sus trabajos. 
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	POBLACIÓN Y ESTRUCTURA SOCIAL 
	Se sabe que durante la segunda mitad de este siglo el  ritmo de crecimiento de la población es moderado, aunque uniforme  .Según el  censo de Floridablanca de 1787, la población absoluta del Archipiélago era de  160.285 habitantes, repartida por las islas de la siguiente forma: 
	Existían ya cuatro poblaciones con categoría de ciudad:  Las Palmas, Telde, Santa Cruz de La Palma y La Laguna. Por islas, las  poblaciones más importantes son: Teguise, en Lanzarote, con 9.469 habitantes;  Betancuria, en Fuerteventura (2.811 hab.); Las Palmas de Gran Canaria (9.820);  La Laguna (7.222);  Santa Cruz de  Tenerife (6.063 hab.); La Orotava (5.770); Santa Cruz de La Palma (3.483); Los  Llanos (4.093); y San Sebastián de La Gomera (1.180 hab.). 
	
      
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        | Vista de Telde. En el siglo XVIII una de las cuatro  poblaciones consideradas como ‘ciudad’. (MC) | 
       
     
	Socialmente, el grupo terrateniente conserva aún los  cargos políticos, eclesiásticos y militares; es esta clase oligarca la que  manda en las Islas. Sin embargo, hay síntomas de movilidad social,  como el ascenso de la burguesía mercantilista y una nobleza que despierta a la  cultura enciclopedista. 
	En su segundo nivel, están los propietarios medianos,  pequeños artesanos y comerciantes. En la última escala social se encuentran  los jornaleros del campo y, en las poblaciones, los arrieros, marineros y numerosos  mendigos  .Es de  observar el gran número de personas bajo fuero militar (exentos de impuestos). 
	Las epidemias se cebaban de forma intermitente en las  Islas; así, en 1701 se desató una de «vómito negro» y, en 1721, otras de peste  y hambre. La viruela, a finales del siglo, también se llevó muchas víctimas,  aunque ésta ya se combatía por medio de una vacuna. 
				
		
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	 La Inquisición y los extranjeros 
	El      Tribunal de la Inquisición fue establecido en Canarias hacia el año 1504, con sede en Las Palmas y      dependiente del de Sevilla. La autonomía jurisdiccional la alcanzaría años      más tarde. 
	En      sus primeros años, el Tribunal dirigió sus actividades hacia los pequeños      grupos de moriscos y judíos que      hasta las Islas llegaba. En la segunda mitad del siglo XVI el panorama      cambia y serán los extranjeros no      católicos el objetivo de los miembros del Santo Oficio. 
	El      aumento de las exportaciones vinícolas y del comercio portuario de las      Islas, atrajo, en la segunda mitad de siglo, a cierto número de extranjeros      protestantes, lo que les hacía blanco de las persecuciones de la      Inquisición. Ahora bien, esto chocaba con el punto de vista de las      autoridades que consideraban a los extranjeros como activadores de la      economía isleña y que, por consiguiente, no debían de ser molestados en tanto no escandalizasen o diesen      vivas muestras de su fe. Es por esta razón       por la que los comerciantes extranjeros afincados en las Islas      apenas fueron inquietados por sus convicciones religiosas. 
	Además      y a raíz de una intensificación en los juicios del Tribunal, algunos países      como Inglaterra firmaron acuerdos      con España a fin de salvaguardar a sus súbditos de las penas      inquisitoriales. 
	En      el siglo XVII, sobre todo a partir de 1615,      la Inquisición en Canarias perdió      toda importancia, bien porque disminuyó el número de extranjeros no      católicos, o por el propio carácter tolerante del isleño. En el siglo XVIII      la Inquisición tuvo ya poco trabajo con los extranjeros. 
	Por      lo que respecta al carácter benevolente o riguroso del Tribunal de Las      Palmas es una cuestión polémica,      pues mientras unos lo tachan de indulgente, otros, caso de Millares,      recalcan su gran número de autos celebrados, muchas veces acompañados de la      relajación del reo. 
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	ENSEÑANZA 
	En esta época se establecen en La Orotava, y más tarde  en La Laguna, los jesuitas, dedicados fundamentalmente a la enseñanza de  los hijos de la aristocracia isleña; de aquí que los Concejos o Cabildos  tuvieran que costear las «primeras letras» al resto de la población que deseaba  y podía aprender. 
	Los maestros de esta primera enseñanza estaban muy mal  retribuidos y había muy pocos. Hay datos escritos (1714 en La Laguna) en los  cuales se lee que el Cabildo lagunero pagaba a un maestro una fanega y media de  trigo por salario mensual. 
	En el año 1722 se estableció en La Laguna la orden de  los Bethlemitas, fundada por el Hermano Pedro en Guatemala, que  impartió las primeras letras durante cuarenta años, marchándose por falta de  recursos. 
  
	En el año 1767 existía en Tenerife un solo maestro  público; era, pues, natural que el analfabetismo imperara en la  mayor parte de la población canaria. 
	La creación en 1777 de las Sociedades de Amigos del  País supone un impulso serio en los campos de la enseñanza y de la  investigación, tanto en Tenerife como en Gran Canaria. 
	De los primeros centros de enseñanza puestos en  funcionamiento, los había pagados por las corporaciones y por particulares.  Aparecen, también, las primeras maestras. En La Palma, la primera escuela pública  se fundó en el año 1794. 
	Como nota curiosa, se sabe que casi todos los regidores  de Fuerteventura, hasta finales del siglo XVIII, eran analfabetos. 
	En enseñanza media y superior son los dominicos y  agustinos los que se disputan el privilegio de impartirla. Ya en 1663, en La  Laguna, el Colegio Dominico era elevado a Colegio Doméstico. 
	
Más tarde, los agustinos potencian sus propios centros,  alcanzando sus maestros y sus bibliotecas propias justa fama. Son precisamente los agustinos de La Laguna los que, después de muchos años de pleito  con los dominicos, inauguran la primera universidad de Canarias en su  convento lagunero. Esto ocurría en el año 1744, pero en 1747, Fernando  Vl la suprimió y creó el Seminario Conciliar de Las Palmas. 
	En 1796, Carlos IV fundó La Universidad Literaria de  La Laguna, en la que se cursarían todas las facultades, pero donde por  circunstancias políticas no se impartió clases. 
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        | Convento de San Agustín, que luego sería sede de la  Universidad Literaria y del Instituto de Canarias. (DL) | 
       
     
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	 Jorge Glas y su trágico final 			
	Jorge  Glas fue un agente comercial  inglés, “un  factor” según se decía, que pasó varios años de su vida en las Islas Canarias  hacia mediados del siglo XVIII. Durante estos años en las Islas, los dedicó al  comercio, importación y exportación, entre Europa, Inglaterra especialmente, y  el Archipiélago Canario. Por necesidades de su propio oficio, viajó repetidas  veces por todas las islas y costas vecinas de África (Berbería), recogiendo  abundante información con la que escribió el libro Descripción de las Islas Canarias en 1764. Jorge Glas era un  personaje culto, había leído a los grandes pensadores de la época, sobre todo,  a los enciclopedistas franceses. 
	Pero  es que, además, fue un auténtico aventurero, un explorador, un navegante  experimentado y un observador nato. Sus anotaciones y juicios sobre las  Canarias del siglo XVIII, especialmente sobre sus creencias, costumbres y  cuestiones económicas, son muy valiosas para conocer la historia del  Archipiélago. 
	Perseguido  por la Santa   Inquisición, al considerarlo hereje, se le abrió un proceso  en Lanzarote más por motivos económicos que religiosos, abandonando Tenerife  por el Puerto de la Cruz  de forma precipitada junto a su mujer e hija. El barco inglés en el que huyeron  era de pequeño porte, con cinco tripulantes, e iba cargado de vino y dinero en  oro y plata. Los admitieron como pasajeros debido a la apurada situación en que  se hallaban. 
	Cuando  el barco se encontraba cerca de las costas de Inglaterra, varios tripulantes se  amotinaron con intención de apoderarse del oro y la plata, cosa que  consiguieron. El capitán del barco y uno de los marinos leales fueron arrojados  al mar. Jorge Glas intentó en circunstancias desfavorables defender al capitán  con su espada, pero desarmado, fue acuchillado por los sublevados al igual que  su mujer e hija y también lanzados al agua. 
	Los  amotinados, después de llevarse el dinero, hundieron el barco cerca de la costa  irlandesa, dejando sólo con vida al criado de Glas. Parece ser que los  asesinos, al llegar a Dublín, gastaron el dinero en tabernas y otros lugares,  lo que dio pistas a la justicia inglesa para detenerlos y ahorcarlos, después  de haberlos declarado culpables. 
	Éste  fue el triste final de este inglés y familia, amante de las Canarias y ejemplo  de hombre de su tiempo, por filántropo, humanista, libre pensador y aventurero. 
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