Inicio El proyecto Guía orientativa Índice global Metadata Promotores y patrocinadores Juegos didácticos
Buscar
Búsqueda avanzada
ÁREAS Y TEMAS
Canarias
GEOGRAFÍA FÍSICA
NATURALEZA
DEMOGRAFÍA
ECONOMÍA
SOCIEDAD
LOS GUANCHES
HISTORIA
ARTE
MÚSICA
LITERATURA
EL HABLA EN CANARIAS
COSTUMBRE Y VIDA
PENSAMIENTO Y CIENCIA
GALERÍA DE PERSONAJES
ACTUALIDAD
Islas
ISLAS_
Glosario
Material Multimedia
Complementos
Ampliaciones
Léxicos
Datos Estadísticos
 
Ampliaciones


Listado de ampliaciones:
LA CUEVA DE BELMACO (LA PALMA)*

YACIMIENTOS ARQUEOLÓGICOS SINGULARES DE LAS ISLAS CANARIAS

 

Este yacimiento arqueológico está situado en el Barranco de las Cuevas o de Belmaco que discurre por el término municipal de Mazo, en la isla de La Palma. La entrada de esta cueva está orientada al Sur-Sureste, mide 35 metros de largo y alcanza los 10 metros de altura máxima en el arco, habiendo estado ubicada dentro de la demarcación del que fuera el territorio del bando tribal de Tigalate, según los datos provenientes de las fuentes etnohistóricas.

La planta de este enclave arqueológico es alargada, aunque cuenta con un espacio útil de forma aparentemente triangular que está segregado del resto de la superficie utilizable por diversos bloques pétreos de considerable volumen y por la propia irregularidad del piso de la cueva.

Aunque la Cueva de Belmaco fue conocida desde el siglo XVIII gracias a los grabados rupestres que se encuentran en ella, también parece haber sido empleada como lugar de habitación por los habitantes prehispánicos de La Palma, tal y como lo demuestran los restos materiales rescatados en las excavaciones arqueológicas practicadas en su día. Aunque, desgraciadamente, sus autores no publicaron nunca los resultados de su trabajo de campo —como sucedió con los afrontados por Luis Diego Cuscoy en 1959, 1960 y 1962— o lo han hecho veinte años después de haberlas emprendido en 1974 y 1979, como es el caso de Mauro Hernández Pérez.

Si bien es verdad que la Cueva de Belmaco ha sido y es un referente arqueológico principalísimo para explicar el primer poblamiento humano de La Palma, también es cierto que en su entorno han sido encontrados otros yacimientos arqueológicos de interés, como las cuevas funerarias donde se inhumaron varios individuos acompañados de ajuar y la covacha del Roque de la Campana en la que se repite la estratigrafía arqueológica de Belmaco. De hecho, las prospecciones arqueológicas desarrolladas por Felipe Jorge Pais Pais en el Barranco de las Cuevas han puesto de manifiesto la existencia de doce cuevas de habitación, cinco asentamientos pastoriles y una cueva de enterramiento. Sin embargo, la relevancia e importancia histórica de la Cueva de Belmaco arranca con los inquietos intelectuales ilustrados que en Canarias se interesaron también por el mundo de las antigüedades.

En el año 1752, en plena época de la Ilustración, Domingo Vandewalle de Cervellón descubrió en una cueva del Barranco de Belmaco, en Mazo, dos rocas que contenían inscripciones rupestres y fueron interpretadas como un tipo especial de la antigua escritura empleada por los habitantes prehispánicos de La Palma. Sin embargo, dos décadas después de este descubrimiento el historiador José de Viera y Clavijo descartó esta explicación al considerar la información que le había proporcionado el propio hermano del descubridor, José Antonio Vandewalle de Cervellón, conviniendo en que se trataba de puros garabatos, juegos de la casualidad o de la fantasía de los antiguos bárbaros.

El propio José Antonio Vandewalle fue el autor de la primera copia gráfica de los motivos grabados, así como de su descripción y de la evaluación de las dimensiones de las insculturas y de las rocas donde fueron ejecutadas. Los dibujos que había realizado Vandewalle los mostró al obispo Antonio Tavira y Almazán para conocer su criterio; mientras los datos de sus cálculos los trasladó a Viera y Clavijo, que fue quien los dio a conocer en los términos ya expresados.

Tras diversas incidencias de carácter estrictamente local y un paréntesis de más de un siglo, la reproducción de los grabados de Belmaco fue publicada por primera vez en 1867 en la ciudad alemana de Gotha por K. von Frisch, un profesor de la Universidad de Frankfurt. En su obra el autor germano describe la Cueva de Belmaco y considera los grabados —para él ajenos a las poblaciones indígenas palmeras— como imitaciones de arabescos y espirales que —según su criterio— no habrían podido ser realizados sin la ayuda de un útil de metal, vistas las características tecno-morfológicas de las improntas apreciables sobre la roca soporte. Frisch fue el primero en aportar una explicación que otros autores palmeros posteriores han aplicado a los motivos rupestres esquemático-geométricos de La Palma para desconsiderar la autoría indígena y adjudicarles un parentesco histórico acontecido tras la conquista de la isla en 1493.

A partir del último tercio del siglo XIX encontramos los enfoques de Sabino Berthelot que —anacrónicamente— continúa entendiendo los grabados de Belmaco como una muestra de escritura jeroglífica; René Verneau, quien observa una iconografía sin relación alguna con caracteres escriturarios; y Gregorio Chil y Naranjo que inaugura las correspondencias tipológicas de las inscripciones de Belmaco con el Atlántico europeo a través de su comparación con los grabados de Bretaña. Esta vinculación de Belmaco con los exponentes rupestres de la fachada atlántica hizo fortuna y, durante el siglo XX, fue reiterada por Juan Álvarez Delgado, Luis Pericot, Elías Serra Ràfols, Julio Martínez Santa Olalla y Luis Diego Cuscoy, para explicar el poblamiento insular desde los inicios del segundo milenio antes de Nuestra Era. Este último autor insistió en reiterar los parentescos atlánticos europeos al relacionar las espirales con los exponentes rupestres bretones e irlandeses, entroncando los motivos de Belmaco y de otras zonas de La Palma con la representación iconográfica del culto al agua. Este parentesco atlantista sería ampliado, explicado y difundido por Antonio Beltrán Martínez. Posteriormente, Mauro Hernández Pérez siguiendo un paralelismo formal heredero de la tradición historiográfica precedente se permitió relacionar los motivos de los grabados de Belmaco y otros enclaves arqueológicos rupestres de La Palma con la decoración de algunos vasos cerámicos globulares decorados con motivos curvilíneos pertenecientes a lo que este investigador denominó la Fase II de su secuencia tipológica cerámica.

Sin embargo, a partir de los años ochenta del siglo XX, la teoría de las vinculaciones atlánticas fue suplantada por las aportaciones de Juan Francisco Navarro Mederos, Ernesto Martín Rodríguez y Felipe Jorge Pais Pais, quienes establecieron las relaciones externas con el cercano continente africano y el ámbito sahariano, mientras R. Mauny los englobaba en el mundo líbico-beréber situado entre los años 200 a.C. y 700.

En lo que hace al ámbito de la interpretación, desde la primera mitad del siglo XX se vinculan los motivos rupestres citados con una representación de un culto a la fecundidad, a las aguas, a las fuentes, nacientes y manantiales. Pero, igualmente, se produce una simbiosis interpretativa entre estos elementos acuíferos y un culto astral de raigambre solar. Más recientemente hemos visto que mientras unos autores han preferido relacionar estos motivos rupestres espiraliformes, circuliformes y meandriformes con marcadores alineados de una supuesta trashumancia ganadera estacional, otros han decidido ahondar en los componentes arqueoastronómicos que, aparentemente, subyacen en las representaciones rupestres en función de gradientes de orientación e inclinación referencial. De esta forma, se estaría haciendo patente la presencia de un culto al sol, a la luna o a otros elementos astronómicos coincidentes con la llegada de los solsticios, estrechamente vinculados con el mundo ganadero que caracterizaba a la sociedad palmera prehispánica y con el comienzo/fin del ciclo anual de su calendario.

Esta relectura global de las inscripciones rupestres podría indicar que la Cueva de Belmaco no fue sólo un lugar de habitación y residencia, sino que tal vez pudo tener en algún momento una significación cultual más amplia y compleja.

* TEJERA GASPAR, A. (2008) Primera parte: Arte rupestres de las Islas Canarias, Yacimientos Arqueológicos Singulares de las Islas Canarias (104-105); en TEJERA GASPAR, A., JIMÉNEZ GONZÁLEZ, J. J. y ALLEN HERNÁNDEZ, J. 2008: Las manifestaciones artísticas prehispánicas y su huella. Santa Cruz de Tenerife-Las Palmas de Gran Canaria, Viceconsejería de Cultura y Deportes del Gobierno de Canarias.



OTRAS SECCIONES

Síguenos en:

Gevic en Youtube

LEER MÁS EN FACEBOOK

 Visitas: Número de Visitas a www.GEVIC.net
--- Gran Enciclopedia Virtual Islas Canarias ---