| El Bosque, ya despierto, se preparaba para recibir al lujo  parisino, la exhibición triunfal de odios, amores, pasiones, peripatetismo,  indiferencia, egoísmos… el muestrario de todas las variedades de la fauna  humana. Cortesanas de moda, artistas en boga, millonarias ansiosas de exhibir  su lujo inelegante, rastacuerismo andante venido de Levante y América…  Simpáticas sonrisas de sabios, reflexiones y sueños de artistas, gravedad  sacerdotal de mujeres enamoradas… Comenzaba el desfile. Las serie interminable de coches, que  tornaban por la avenida de Las Acacias, el Sendero de la Virtud, camino de  terciopelo que lleva al… séptimo cielo, émulo de aquel otro camino de  terciopelo que partía del convento de benedictinas de Montmartre, que se  ilustró, con los amores de Enrique IV y la abadesa Clara de Beauvilliers, y que  no llevaba sino sencillamente al cielo… Los coches se diseminaban luego por  senderos y caminos, bordeando los lagos, para volver a la Porte Dauphine, y tomar de nuevo el sendero clásico de la Virtud y  la moda. |