TEATRO DE MANIOBRAS Sabas Martín Fuentes, Teatro de maniobras, en Los ciegos. La barraca de las maravillas maravillosas. Teatro de maniobras, Madrid,  Editorial Fundamentos,
  1990, Acto I,  escena IV  (fragmento), págs.  93-97. 
      
      * La obra es, en palabras de su autor, un “falso  teatro histórico”, porque aprovecha algunos personajes del pasado insular para  pronunciar, a través de ellos, un mensaje crítico sobre un grave problema del  mundo contemporáneo: la demencia armamentística y la amenaza nuclear.  
       En el fragmento dialogan y pasean el ingeniero  italiano LEONARDO  TORRIANI, asentado en las Islas durante  algunos años, y el fraile dominico ALONSO DE ESPINOSA,  autor del primer libro sobre la aparición y orígenes de la Virgen de  Candelaria. Ambos están situados en su época: el siglo XVI. Sin embargo, el texto da un  brusco giro cuando esta amena conversación se ve interrumpida por un conjunto  de extraños personajes... 
      
        
          - ESCENA IV
 
            (El escenario se ha  transformado en el interior de una ermita. Algunas imágenes de santos 
                  y una virgen,  cirios encendidos, un pequeño altar y un par de bancos de madera configuran 
                  el decorado. Al  poco entran LEONARDO y FRAY ALONSO que regresan de  un paseo.) 
            LEONARDO. Permitidme que  os diga, fray Alonso, que me alegro sobremanera de la insistencia 
            mostrada por el señor Regidor  para que os conociera. Vuestra compañía y vuestra 
            charla alivian el tedio de mis  tareas. Nuestros encuentros me liberan del cansancio de 
            tantas horas sumido en cómputos y  bocetos. Me es sumamente gratificante pasear a 
            vuestro lado. 
            FRAY ALONSO. No es menor mi  afición por vos, buen amigo. Tened la seguridad. 
            LEONARDO. Pero  continuad, os lo ruego; seguid con el relato de vuestra estancia en Guatemala, 
            fray Alonso... 
            FRAY ALONSO. Temo aburriros  demasiado. Y ya poco puedo añadir a lo que ya os he relatado. 
            No haría sino demorar en  pormenores describiéndoos los animales y aves exóticas 
            que allí había o las  frondosidades de los árboles muy altos, sin igual en España, que 
            celaban mil y un peligros. 
            LEONARDO. ¿Y los  indígenas? 
            FRAY ALONSO. De ellos baste  con deciros que su entendimiento estaba vedado a la claridad 
            del Evangelio y que por ello no  era de extrañar su vida entre tinieblas. Esa fue mi 
            empresa: el llevar a los nativos  las palabras santas y alumbrarlos en el conocimiento de 
            la verdadera fe... Pero  sentémonos un momento. Aprovechemos el frescor de estos benditos 
            muros para reponernos del  esfuerzo de tanto andar. (Se sientan.) Sois un caminante 
            muy esforzado, señor Torriani. No  advierto que la fatiga os afecte. 
            LEONARDO. Vuestra  compañía alivia mi cansancio... 
            FRAY ALONSO. Os agradezco  vuestra estima, que sabéis correspondida. 
            LEONARDO. Y decidme,  fray Alonso, ¿progresan vuestras investigaciones sobre la aparición 
            y milagros de la Virgen de  Candelaria? 
            FRAY ALONSO. Hasta el  presente recopilo solamente aspectos puramente históricos. Pero 
            os anticipo que tengo en mente  avalorar la obra con testimonios públicos de quienes han 
            asistido a los prodigios obrados  por la santa imagen en los parajes tinerfeños. Claro que 
            todavía es prematuro y será  pertinente la oportuna licencia del señor Obispo. 
            LEONARDO. Vuestra  dedicación y vuestro entusiasmo me traen a mi memoria a mi tío 
            Giovanni, al que en España conocen  por Juanelo Torriano. También él, como vos, está 
            ocupado en una obra singular. 
            FRAY ALONSO. Y os confiaré  otra cosa. (Mira la imagen de la virgen y se santigua.) Si al 
            Señor y a la Virgen de Candelaria  les pluguiese concederme el ánimo necesario, me 
            mueve el interés, además, de  abordar la elaboración de una Historia de Tenerife en donde 
            he de relatar sus hechos, sus  costumbres y sus paisajes; todo cuanto merezca prevalecer 
            por sobre el olvido del tiempo. 
            LEONARDO. Mi tío  Giovanni ha creado numerosos ingenios mecánicos, muy celebrados. 
            Mas lo que yo admiro de él es su  voluntad de que sus conocimientos sean recordados 
            como una herencia beneficiosa,  como algo que ha decidido la esperanza y la felicidad de 
            los hombres. (Mientras hablaba  se ha levantado, dejando solo, sentado en el banco, a 
            FRAY ALONSO.) En verdad mi  tío Giovanni es un hombre digno de veneración, merecedor 
            de elogio. 
            FRAY ALONSO. Así parece por  lo que decís. 
            LEONARDO. Yo ansío  parecerme a él... Empero, ya me veis: mi vida volcada a elevar fortificaciones 
            para la guerra... Es decir, mi  vida hasta este momento... Fervientemente deseo 
            que el rey Felipe en lo sucesivo  me encomiende ocuparme en proyectos de construcciones 
            civiles, como el muelle que he  levantar en esta isla, no en edificaciones para la 
            guerra, que siempre es vana,  además de cruel y despreciable. 
            FRAY ALONSO. (A medida  que habla se va agitando y elevando la intensidad de los gestos 
                  y de la voz, en  una interpretación histriónica, caricaturizante. Puede acabar de pie 
                  sobre el banco,  como si se encaramase en un púlpito imaginario.) La guerra es  un don 
            que Dios concede al hombre para  su mayor gloria. La cruz y la espada son instrumentos 
            divinos. En las perturbaciones de  las batallas los hombres templan el espíritu para hacerse 
            más próximos a los santos. En la  magna empresa de la conquista de las Indias puede 
            verse el designio del Señor que  ha mostrado el camino para llevar a los infieles por las 
            sendas de la perfección de la fe,  aunque de ese camino mane la sangre. El propio Pedro 
            blandió la espada y no dudó en  asestar el tajo. Sólo los tibios de corazón temen, y no hay 
            lugar para los cobardes al lado  del Rey de los Cielos, pues tenemos que estar alertas y 
            preparados para combatir las  asechanzas del enemigo y, en la batalla, ofrecer los sufrimientos 
            al Señor para que nos reconozca  como hijos suyos. Porque muchos son sus enemigos 
            y a su través el mal se propaga.  Y obra bien nuestro rey Felipe precaviéndose, 
            porque la cizaña de los  protestantes acabará por ahogar a la buena planta que es la fe católica, 
            Y no hay que dejar a la cizaña  que asome, sino que debemos extirparla de raíz 
            como se saja de cuajo una rama  podrida antes de que en ella aniden los gusanos. Así que 
            mi señor Torriani, tened por  noble vuestra tarea, pues con la sabiduría de vuestras fortificaciones 
            habéis contribuido a que, cuando  comience el fragor de la batalla, los hombres 
            se reconozcan a sí mismos, y en  reconociéndose se manifiesten como dignos vasallos y 
            como fieles amantísimos  cristianos católicos... 
            DIRECTOR. (Desde la  penumbra e interrumpiendo el desarrollo de la acción.) ¡No, no! 
            ¡No! ¡No!... ¡Alto! ¡Alto!... (Los  actores, salvo cuando se indique, dejan de interpretar 
            el papel que  representan para ser ellos mismos. El escenario se ilumina completamente.) 
            ¡No es así! ¡No es así!... (A FRAY ALONSO.) Estás en un  tono muy histriónico. Chirría. 
            Todo el último parlamento  chirría, suena falso, caricaturesco. Y no es eso. Tienes que 
            creerte lo que dices y procurar  ir graduando la entonación, no empezar arriba desde el 
            primer momento... Y tú... (A LEONARDO.) Cuando hables  de tu tío Giovanni tienes que 
            evocarlo realmente, tienes que  vislumbrarlo en la memoria y en la distancia... Aunque lo 
            tuyo no me preocupa tanto como el  tono de fray Alonso. (A la AYUDANTE.) ¿Y bien?... 
            AYUDANTE. Ya te he dicho  que esta escena no me convence. No aporta nada a la caracterización 
            de Leonardo y es insistir en una  simbología muy evidente, todo aquello de la 
            cruz y la espada, la iglesia y la  milicia... En fin... No me parece esencial... 
            DIRECTOR. (Al AUTOR.) ¿Tú qué  dices? 
            AUTOR. Lo de siempre: cuando una obra  sale de las manos de su autor deja de pertenecerle. 
            No es la primera vez que se hacen  ajustes en un texto. No hace falta que te lo diga. 
            DIRECTOR. Sin embargo,  tus razones has debido tener cuando has incluido esta escena en 
            la obra. ¿O es un capricho  gratuito? 
            FRAY ALONSO. Por cierto,  ¿es verdad que Leonardo Torriani y fray Alonso de Espinosa 
            se encontraron en La Palma? 
            AUTOR. Efectivamente. Se conocieron.  Pero eso no importa mucho. Como todos sabemos, 
            el teatro tiene las leyes de su  propia realidad, que no necesariamente han de coincidir 
            con la realidad ni con la  historia. Basta con que la realidad que se cuenta sea verosímil, 
            no tiene por qué ser verdadera. 
            DIRECTOR. Me sigue  interesando conocer tus motivos para este enfrentamiento entre Leonardo 
            y fray Alonso. 
            AUTOR. (Riendo.) Razones,  motivos, justificaciones... ¿Para qué? A veces el pensamiento 
            hiere como un filo, o el pulso se  convierte en un latido seco, o la alerta recorre todos y 
            cada uno de los poros de la piel.  A veces nos invade el delirio, la incertidumbre, la angustia... 
            Y no hay causa ni razón que lo  expliquen. Es así. Ocurre. Sin más. Motivos, justificaciones... 
            ¿A quién le importan? 
            AYUDANTE. Yo creo que es  una relación muy abrupta, muy precipitada, que distorsiona el 
            clima de la acción dramática. 
            LEONARDO. ¿Y qué papel  se supone que desempeño yo..., bueno, es decir, Leonardo Torriani, 
            en todo esto? 
            AUTOR. El de ser una posibilidad, una  especulación, una contradicción, un conflicto... 
            FRAY ALONSO. No  comprendo... 
            AUTOR. Entonces, querido amigo, es que  no has entendido nada de lo que tienes entre 
            manos... 
            FRAY ALONSO. Es muy  sencillo. Leonardo Torriani fue ingeniero militar. Pues yo quiero 
            ver en él, desde el presente, un  deseo de construir para la vida, no para la devastación. 
            LEONARDO. (Actuando.)  ¡Yo, Leonardo Torriani, ingeniero! ¡Alguien capaz de transformar 
            piedras y bloques inútiles en  formas sólidas, funcionales, bellas, duraderas! ¡Ingeniero, 
            ingenio, sabiduría desplegada  para el goce de mis semejantes! 
            AYUDANTE. Sin embargo,  sabemos que no fue así... 
            AUTOR. (Corrigiéndole.) Sabemos  lo que hizo. Conocemos sus obras de ingeniería. No 
            conocemos lo que pensaba, lo que  deseaba o lo que podía desear secretamente. Imaginarlo 
            es nuestro privilegio. 
            LEONARDO. (Actuando.)  ¡Crear, construir, prevalecer! ¡Ésa es mi ambición! ¡Ése es el 
            credo de Leonardo Torriani,  ingeniero! 
            DIRECTOR. En suma: un  personaje en quien desarrollar la contradicción de alguien que 
            sirve a los fines de la guerra,  pero que anhela actuar para la paz; el conflicto entre la 
            obligación y el deseo... 
         
       
       
        NOTA BIBLIOGRÁFICA: 
        LITERATURA CANARIA II. Desarrollo  del currículo. Bachillerato. CONSEJERÍA DE EDUCACIÓN, CULTURA Y DEPORTES DEL  GOBIERNO DE CANARIAS. DIRECCIÓN GENERAL DE ORDENACIÓN E INNOVACIÓN EDUCATIVA.2003 
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